miércoles, 24 de marzo de 2010

3:34 am: La hora que marcó mi vida

Por Carolina Orellana
Después de tres días, ya empieza a ser un poco más tranquila la vida aquí donde mis abuelos; ya no se recuerda, ni habla tanto del terremoto, menos de las consecuencias que pudo haber tenido, ni mucho menos de predicciones y el fin del mundo, aún así es difícil al menos para mí tomar dimensión de todo lo que pasó, sólo ahora estando más tranquila y con mayor conciencia puedo contar como realmente viví la situación.
La noche del 27 de febrero la puedo recordar desde el comienzo del conocido festival de Viña del Mar, yo al igual que muchas mujeres chilenas estaba esperando ansiosa el show del cantante Ricardo Arjona, cuando salió canté la mayoría de las canciones a todo pulmón, lo que veía en ese momento era un gran espectáculo y quede contenta con la presentación, una vez que se fue del escenario cambie de programación para ver que película podía ver, me detuve en una que he visto unas diez veces y la sigo encontrando maravillosa, Titanic, así de simple, estaba tan entretenida viéndola, pero en el pasillo de la casa estaba sola y muerta de frío, entonces entré a la pieza y me acosté a verla en el televisor que estaba adentro, creo haber visto como treinta minutos cuando el sueño ya comenzaba a cerrar mis ojos, de pronto el televisor se comenzó a mover, pongo atención, mi cama también se estremecía, era confuso, tenía sueño y en un instante no asimilaba nada, cuando se inicio el temblor no lo sentí como los que yo acostumbraba, hablo de esos que uno presiente cuando vienen porque se oye primero el sonido y después el movimiento; pero en esta ocasión eso no sucedió solo sentía como todo se movía, normalmente no le temo a los temblores así que la primera reacción fue quedarme quieta en la cama esperando a que pasara, de pronto comenzó un remezón muy fuerte, me asusté, trate de despertar a mi hermano que estaba durmiendo atrás de mi cama, él no despertaba, le dije: - Sergio, está temblando- él medio dormido se despertó, yo abrí la ventana que estaba junto a mi cama y salté al antejardín por ahí, por primera vez arrancaba tan desesperadamente de lo que todos creíamos era un temblor muy fuerte. Mi hermano se fue a dar la vuelta por el pasillo pasando por dos puertas que quien sabe como las abrió, estábamos los dos juntos y todo se remecía cada vez con mayor intensidad, cuando miro hacia el frente de la casa y veo como las panderetas de un antiguo teatro se caían, sentí como si estuviera dentro de una película, todo lo veía en cámara lenta.
En un momento se cortaron los cables del tendido eléctrico y enseguida se cortó la luz, quería gritar fuerte, pensé que me iba a desmayar, la cabeza me iba a explotar. Al acordarme de mis abuelos me dio el ánimo y la valentía necesaria para ir a buscarlos, seguía temblando, me iba a devolver por la ventana cuando veo a mi abuela que venía hacia donde estaba yo, le grité, y le dije que se acercara a mí, ella también quería arrancar por el mismo lugar que había salido yo, pero trate de tranquilizarla diciéndole que se quedara dentro de la casa porque la parte donde estaba era firme y fuerte, trate de hacerla entender que en ese lugar nada le iba a pasar, dentro de todo el alboroto se calmó, no podía entender como de mi salían palabras de aliento siendo que yo estaba sumamente nerviosa, en ese momento quería escuchar a mi papá y mi mamá, necesitaba que alguien me contuviera. Seguía temblando, esta vez más fuerte, mi tata no estaba por ningún lugar, me tuve que devolver por las mismas puertas que había abierto mi hermano, por primera vez en mis veintitrés años de vida me entregue a las manos de Dios, sabía que si iba a buscar a mi abuelo quizás no saldría con vida, puesto que a la enfermedad que él sufre no lo deja avanzar rápidamente, aún así fui, tenía que al menos hacer el intento de rescatarlo. Al entrar a la pieza y a pesar de que estaba todo oscuro, lo pude ver, estaba entre acostado y sentado en su cama, tratando de sujetarse con todas sus fuerzas, le dije que saliéramos de la pieza y su respuesta fue:- Déjame aquí nomás- en ese momento sus ordenes no me importaron, lo tomé de la cintura y casi corrí con él, creo que ni siquiera se dio cuenta de su cojera. Estando ya en la pieza los cuatro juntos y a salvo me di cuenta que no temblaba más, pero aún así mi cuerpo seguía tembloroso, me acordé de mis tíos que viven en unas piezas atrás de la casa de mi abuelo, en unas construcciones de más de cien años (Siglo XIX) con murallas hechas en adobe (barro y paja), con una altura de alrededor de cinco metros y con tejas que pesan unos cinco kilos cada una. Mi corazón latía rápido, tan rápido que los latidos los podían sentir en mis oídos, en mi cabeza, era extraña la sensación; estaba a pies descalzos y así crucé el pasillo, pasando por sillones y muebles que antes del temblor no se encontraban allí.
Estaba en la esquina del comedor y grité fuerte a mi tía, no escuchaba respuesta, grite nuevamente, esperé, y todo era silencio, comencé a toser, alumbro con la luz del celular y una nube grande de tierra corría por mi alrededor, mi desesperación era máxima, iba a comenzar a llorar cuando mi tío gritó de vuelta y dijo que estaban bien y que no cruzara porque adentro todo se había derrumbado. Me devolví a buscar mis zapatillas para ir a buscar por un callejón a mis tíos y a mis dos primos, al momento de cruzar conté hasta tres para pasar corriendo, cuando iba a dar el primer paso mire hacia el costado y la pared de la construcción que estaba ahí se encontraba agrietada y a punto de caerse, me arrepentí de pasar, llamé al marido de mi tía y vi como empezaron a salir entremedio de la oscuridad y el polvo que a esa hora se veía como una densa neblina , corrieron hasta donde estaba yo, y nos fuimos a la casa… recién ahí pude respirar y sentir como el alma volvía a mi cuerpo, fue horrible.
Después de media hora empezaron a llegar los amigos más cercanos a la familia , los primeros en llegar fueron Kevin y Nicolás los amigos con los cuales habíamos vacacionado hace un mes atrás, nos abrazamos como nunca lo habíamos hecho, a esa hora lo único que queríamos saber es que estábamos todos bien. Los cigarros ya se hacían pocos, la angustia y la ansiedad aumentaban y la gente seguía llegando a nuestra casa.
Los autos pasaban de un lado a otro, la gente se trasladaba con sus pertenencias arriba de los vehículos, muchos lloraban, otros reían, otros se abrazaban, era todo confuso, irónico, catastrófico y yo aún pensaba en la suerte que tuvimos al estar vivos. Después de escuchar por una radio argentina sintonizada en un taxi, que lo sucedido no era un gran temblor como todos pensaban sino que un terremoto de 8,8 grados, mis sentidos se ampliaron, queríamos hablar por teléfono para ver como estaban nuestros familiares pero estábamos incomunicados, no había señal de celular, no teníamos luz, agua, ni ánimo, era todo desolador, la gente seguía llegando, abracé y salude a algunos que no conocía, compartí con personas que en otra ocasión no hubiera dicho una palabra, en esa situación todo daba lo mismo. Las calles seguían estando llenas de autos algunos rápidos por la desesperación, otros lentos por la precaución.
Siendo alrededor de las 6:30 de la mañana decidimos dormir algo, porque sabíamos que al despertar todo iba a ser duro, tratamos de acomodarnos como pudimos en las camas, en sofás en el suelo, a pesar de ser verano hacía mucho frío. Estando ya acostados casi todos mis familiares tratábamos de dormir pero las réplicas del terremoto nos mantenían a todos despiertos, cada aproximadamente 5 minutos se sentía un ruido o movimiento de la tierra, en fin, dormir fue inútil, lo único que esperábamos era el amanecer tratando de descansar un poco nuestros cuerpos.
Eran las 8.30 de la mañana y ya estábamos todos en pie, el sol ya alumbraba los escombros de lo que alguna vez fueron casas coloniales, el panorama era desolador, viviendas agrietadas y derrumbadas estaban por doquier, ahí pude ver la dimensión y el daño que causó la tragedia.
Poco a poco íbamos recibiendo información de otros sectores y zonas aledañas, Pichilemu, el lugar donde habíamos ido a veranear y donde estuvimos hace 1 mes atrás, estaba prácticamente bajo el agua, la comuna de Coltauco (Doñihue, Idahue, Marchihue, Loreto) y otros pueblos cercanos prácticamente ya no existían, la fuerza de la naturaleza arrasó con ciudades, pueblos y localidades completas, yo todavía estaba incrédula no podía asimilar que el daño fuese tan grande. Cuando por fin comenzaron a entrar las llamadas de los celulares yo lo único que pedía en cada llamada que hacían, era que digieran lo que estaba saliendo en las noticias, los datos eran sorprendentes, barcos en medio del campo, carreteras cortadas, puentes caídos, gente desaparecida, tsunami en Talcahuano, maremoto, marejadas, era vivir un apocalipsis.
Eran las 12 de la tarde y mi tío, con mi hermano y un primo entraron a lo que quedaba de la casa para poder sacar todo lo material que se pudiera sacar del comedor y de su pieza, era angustioso pero había que hacerlo, las mujeres que estábamos en la casa mientras tanto aprovechamos de limpiar, barrer y cocinar para que de alguna forma se fuera normalizando la situación, a esa hora el ánimo ya se estaba recuperando, las réplicas seguían pero se hicieron costumbre, aunque estábamos a cada momento en alerta ya que no paraba de temblar.
Después del almuerzo entré a la pieza de mis abuelos para tratar de dormir algo, pero era imposible, los movimientos seguían persistentes.
Llegada la noche los amigos más cercanos llegaron nuevamente, hacía frio así que entre todos los hombres hicieron una fogata al costado de la casa, nos pusimos a cantar, por primera vez después del terremoto me sentí relajada, entre rizas y cantos por un minuto la sensación fue como si nada había ocurrido, al menos servía para conservar el ánimo arriba. Ya eran las 2 de la mañana del 2do día después de lo ocurrido, cuando el cansancio y sueño se apoderaron de mis ganas de seguir despierta, no aguanté más y me fui a acostar, por fin pude dormir.
A las 7:30 de la mañana del 3er día, desperté por el grito de mi tía, era un temblor fuerte, pero afortunadamente se detuvo casi al instante, abrí y cerré la ventana por donde había saltado la 1era vez, me tendí nuevamente en la cama y continué durmiendo.
4:30 de la tarde, se ve llegar un auto blanco al frente de la casa, eran tres primos y un tío que venían desde Santiago, nos abrazamos y enseguida fueron a ver lo que quedó del terremoto, también quedaron sorprendidos, después de un rato les pregunté que si sabía de lo que estaba sucediendo y me enteré que en algunas partes de la capital y otras regiones estaban haciendo toque de queda porque algunas personas se aprovecharon de la situación para robar, mi sorpresa fue al máximo; siempre me he sentido orgullosa de ser chilena, pero en esta ocasión me dio vergüenza el accionar de ellos.Estaba oscureciendo y lo único que alumbraba era una hermosa luna llena, se veía majestuosa, limpia, pura en la inmensidad del cielo, lo bueno de no tener luz era que se podía admirar todo tal como era, aunque aún así el ambiente seguía siendo denso y angustioso.
Estaba afuera de la casa cuando llegó la luz, era un gran alivio, al fin tendría televisor para ver las noticias, la necesidad me tenía ansiosa nunca había dimensionado de la importancia de la labor de los periodistas, el estar incomunicados en esta ocasión era lo que me tenía más mal.
Al 4to día cuando al fin pude ver lo que mostraban los noticieros, supe que todo lo que nos informaron por teléfono era cierto, pero la situación era peor de lo que me esperaba, miles de personas desaparecidas, más de 2 millones de personas damnificadas y alrededor de 800 personas fallecidas (esa era la información que se estaba dando en ese minuto) , es raro pensar que a pesar de todo estoy con vida, que mi familia está bien y que los daños materiales son recuperables, las experiencias y testimonios que escuchaba por la Tv, me mantenían con la mirada fija y atónita por todo lo sucedido, no era un sueño, ni estaba dentro de una película, era la realidad, lo único que podía hacer era darle gracias a Dios por habernos dado una segunda oportunidad.

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